Una presencia sin juicios, sin alteraciones y reproches , que reconfortó mi alma durante todo este año. Me despertaste en silencio pero con fortaleza, no me demandaste nada ni me pediste nada a cambio; mucho menos que fuera quien no soy.
Te vi desde mi ventana mientras hacía los quehaceres del día y me diste fuerza, alegraste mis mañanas cobijando bajo tus ramas múltiples pinzones traviesos y golosos. Arraigado en tus raíces, te colocaste entre el cielo y la tierra, igual que yo.
Fuiste testigo de mi renacer, de la alegría de mi alma y de la verdad de mi vida. Incólume. Inmutable para mí.
Tus hojas cayeron y volvieron a tupirse tus secas ramas; de tí brotaron frutos rojos que alimentaron toda clase de especies de pájaros; me maravillé de verlo. Calladamente me regalaste infinitos atardeceres de tonalidades otoñales porque sabés cuánto amo esos colores.
Gracias por tu fiel compañía. Te voy a extrañar.




No hay comentarios.:
Publicar un comentario