sábado, 26 de septiembre de 2015

Andrés Carne de Res, Chía, Colombia

En el pueblo sabanero de Chía sobresale este restaurante atípico del departamento de Cundinamarca en Colombia; lleno de detalles hermosos y de gran calidez, éste provoca sin duda  un verdadero golpe a los sentidos. Mucho antes de entrar al muy famoso museo gastronómico, nos encontramos con elementos tan creativos como esculturas de vacas que con gran actitud dan la bienvenida, anticipando el increíble encuentro que tendremos con el arte de la imaginación y los sabores singulares que se disfrutan aquí.  Incomparables objetos cargados de encanto e inventiva me maravillan e intrigan poderosamente. El restaurante, que según su dueño Andrés fue iluminado por el  solsticio de verano, goza de muchos ambientes, tiene mucha personalidad y definitivamente una historia que contar. Este lugar cautiva y al mismo tiempo  exige regresar, una y otra vez, por más carne a la parrilla y una porción adicional de creatividad.
Ambrosía de sabores y piezas estridentes se encuentran por doquier y se aúnan al paso para cautivarnos y alucinarnos en cuestión de minutos. Vistosas puertas de versos de año nuevo y de luna nueva, corazones carmesí (símbolo del lugar), querubines, campanas y luces multicolores exaltan aún más las emociones y te atrapan de inmediato provocando curiosidad  y admiración por este lugar tan único en su estilo.
Un menú extenso propio de la gastronomía colombiana (y argentina por sus inicios) se exhibe artísticamente, semejando más bien una revista de moda que una carta de platillos. La especialidad de la casa son las carnes a la parrilla (con su salsa beiby) pero también las arepas de chócolo, los patacones, el calentao y la bandeja paisa y muchas otras delicias de la pretenciosa cocina colombiana, mismas que son  introducidas por joviales meseros que poseen, entre otras atribuciones, un vasto conocimiento de todos los platillos del restaurante, servidos en bandejas muy típicas y mesas de madera rústica cada una con su nombre propio. Un inesperado show de cumpleaños o simplemente por el hecho de ofrecer un poco más de diversión, puede sorprendernos en cualquier momento.
El restaurante Andrés Carne de Res merece todos los elogios y las felicitaciones puesto que crear un negocio como éste no es cuestión de la suerte o el azar sino de mucho trabajo, tesón, constancia y por supuesto toneladas de creatividad. 
"Por ese entonces Chía era un pueblito sabanero muy bonito, considerado la despensa de Bogotá y la nevera de sus carnes, y los fines de semana los bogotanos iban de paseo a Chía a almorzar y a hacer sus mercados..." Andrés Jaramillo










domingo, 6 de septiembre de 2015

Un otoño con Sandy, Nueva York

No era el primer otoño que disfrutaba en la ciudad de Manhattan pero iba a ser claramente el que recordaría con especial mezcla de sentimientos. Generalmente planifico con mucha antelación cada viaje; sin embargo, con el correr del tiempo he aprendido a dejarme llevar por la libertad de quien regresa a observar y deleitarse de lo que la ciudad y su gente tiene para mostrarle.  Y es que ya no llego con la intención de recorrerla de prisa y sin sentido sino más bien con la humildad de que sea ella quien me sorprenda y cautive. 
El otoño es sin duda la temporada cuando la ciudad de Nueva York se impregna de una atmósfera particularmente especial; colores vibrantes imperan e impactan los sentidos sin soberbia o vanidad sino más bien con la sencillez del que muestra su creación de perfección y armonía. Y como un estallido de colores que danzan al unísono, veo por doquier el marrón y el rojo bermellón aunados al amarillo canario, el ocre, y el rojo ladrillo provocando una fusión única con el  protagonista de esta obra maestra: el naranja intenso.
Algunas veces se  llega en el momento y el lugar preciso para experimentar un momento perfecto así que no hubo que esforzarse mucho pues ese año en particular, el pico de otoño nos sorprendió con su magnificencia. Las hojas otoñales caían lánguidamente cubriendo como alfombra nuestro paso por el Parque Central; los árboles hacían gala de su belleza y lucían impresionantes colores que embriagaban mi alma de emociones fuertísimas.
La naturaleza es potente e impredecible. En un momento estás disfrutando de sus atributos y al minuto siguiente de su embate.  El viento y la lluvia golpeaban con tanta fuerza la ventana de la habitación que producía en nuestro estómago, un hueco de angustia e impotencia.  El color otoñal se disipó y en su lugar  una cortina grisácea y densa tomó irremediablemente  su sitio. Las horas transcurrían lentamente y con ellas llegó la noche. El huracán se adueñó de la ciudad causando estragos en las calles y avenidas que antes lucían vivaces y llenas de color. Imagino que estos son los riesgos que los viajeros afrontan, así que había que mostrar ante el mal tiempo, buena cara.
Una vez que logramos salir de la ciudad y del caos que dejó a su paso Sandy, nos encontramos tomando una ruta alterna que increíblemente nos llevó al aeropuerto localizado en el Pacífico norte de Costa Rica. Un salida sorpresiva que nos alivió y nos llenó de júbilo. Las horas volaron de regreso a casa. Imponentes volcanes nos recibieron desde las alturas, dándonos la bienvenida y recordándonos, una vez más, cuán hermoso es nuestro terruño.
Un otoño con Sandy plagado de contrastes, emociones e increíbles vivencias que nunca olvidaré. Un día de estos leí que viajar muchas veces te deja perpleja y sin palabras, pero con el tiempo te hace una cuenta cuentos de primera. Sonreí recordando esta singular experiencia.
El huracán Sandy fue el más mortífero huracán tropical de la temporada del 2012. Afectó poderosamente Haití, Cuba, República Dominicana, Jamaica, Bermudas, la Costa Este de los Estados Unidos y Canadá.