miércoles, 26 de octubre de 2016

En ruta a los Cayos de La Parguera, Puerto Rico

Trataré de dilucidar muy bien este recorrido para no omitir ningún detalle importante sino más bien transmitir no sólo emociones percibidas a lo largo del viaje sino compartir detalles específicos y dejarlos aquí plasmados. 
Si bien estábamos impresionados con la emblemática ciudad de San Juan, distamos mucho de pronosticar el encuentro que pronto tendríamos con uno de los lugares más espectaculares que he visitado.
Una brillante y cálida mañana del mes de julio salimos de Isla Verde para iniciar el periplo de 174 kms con rumbo suroeste y que nos llevaría hasta la ruta de los Cayos de La Parguera. Iniciamos en la autopista Ferre #52, misma que nos conduciría directo a Guavate, un lugar conocido como "la ruta del lechón", y en donde se encuentra la "Lechonera Los Amigos", parada obligatoria de miles de turistas y locales quienes llegan a diario para deleitarse de esta exquisita vianda; en este lugar también se realizan torneos y competencias entre lechoneras a fin de poner a prueba la pericia gastronómica al mejor lechón. Continuando el viaje cruzamos la Cordillera Central admirando paisajes montañosos hasta llegar al punto más alto: el Monumento al Jíbaro (campesino); una mezcla impresionante de colores y contrastes en las montañas desplegando una paleta de tonos verdes intensos y otros más tenues, aunados al azul profundo de un cielo que conspiraba con el único mar Caribe que ya se divisaba en el horizonte.  Seguimos el recorrido pasando por las antiguas instalaciones petroleras del sur de la isla y que hoy se encuentran abandonadas. Súbitamente nos encontramos de frente con el conjunto escultórico de letras del municipio de Ponce y que prácticamente cubrían todo nuestro panorama.
En la localidad de la Parguera iniciamos el recorrido atónitos de apreciar ese color turquesa propio del mar Caribe, las pintorescas casas multicolores y el conjunto de manglares que amistosos se entrelazaban para recibirnos y conducirnos hasta el primer cayo, Mata la Gata,  (parte de la Reserva Natural La Parguera).  Un puente de madera flanqueado por verde mar  a ambos lados de la vía nos recibió para realizar un recorrido rápido pero colmado de una impresionante biodiversidad, un mar profundo, arena blanca y gran variedad de manglares. Continuamos el viaje hacia el siguiente cayo Caracoles, parada de rigor para los amantes del "snorkeling" y el "kayak" - y definitivamente  es requisito bajarse del yate - observamos variedad de pececillos, y un mar sereno y refrescante.
Zarpamos de nuevo para encontrarnos con un sorpresivo almuerzo flotante; sillas y sombrillas fueron clavadas en el agua con pericia por un astuto navegante facilitando la combinación perfecta para ponerse la flor en el ojal y regalarnos un cierre perfecto para un viaje inolvidable.
"Un viaje se vive 3 veces: al soñarlo, al vivirlo y al recordarlo".






















sábado, 8 de octubre de 2016

Matices de Barcelona

Cada ciudad tiene su propio encanto, olores, colores y por consiguiente su propio matiz. Me gusta percibir esas sensaciones del primer momento; percatarme de ellas en la gente y sentir esos diversos matices que se estampan en sus calles y se despliegan en cada uno de sus rincones. La Rambla es prueba fehaciente de ello con el bullicio y la energía  que ahí prevalece. Hay lugares que encierran cultura ancestral y que no hay que indagar con demasía para saber que en sus muros se esconden grandes acontecimientos históricos que aún palpitan y están latentes a pesar del tiempo.
Barcelona es una de esas ciudades mágicas y vibrantes que cautivan en primera instancia. La tarde poseía lírica y un brillo especial; un surco de luz se formaba con cada paso que daba. Me invadieron emociones diversas, de libertad y realización, me sentí completa y una sensación de curiosidad por devorar la ciudad me embargó.
Ella es brisa mediterránea como el mismo Maremagnum, es Gaudí con sus formas, símbolos y azulejos cromáticos; es todos esos mercados tradicionales como el Mercat de la Boqueria, que exacerba los sentidos e invita a detenerse en cada puestecito para deleitarse de una gastronomía tan extensa como exquisita y percibir olores potentes de diversas mezclas de especies tan provocativas y seductoras como la misma India. 
Barcelona me sedujo con sus impactantes edificios,  sus museos, catedrales, gemas de la arquitectura catalana, modernista, contemporánea, su vasta historia y cultura ancestral. La Rambla posee en sus entrañas esta joya emblemática, alegoría del orientalismo: Casa Bruno ó "Casa de los Paraguas"; llama la atención cuando se camina por este singular pasaje y es protagonista de cuantiosas fotografías. Es una ciudad donde se aprecian los rastros y tesoros de la Roma antigua como lo es el Distrito Gótico con sus místicas escalinatas de piedra y ese encanto medieval que poseen los palazzos, iglesias de Ciutat Vella y el increíble movimiento "art noveau" impregnado en impresionantes edificaciones como lo son La Pedrera, Casa Batlló y la única  Sagrada Familia.
Muestras indelebles de maestría se aprecian en toda la ciudad, ejemplo son los medallones de la Sala Hipóstila del famoso Parc Güell realizados con multicolores de baldosas y cristales los cuales se ven impresionantes a la luz, con sus pequeñas cúpulas y la ausencia de columnas convencen a cualquiera sobre la genialidad del arquitecto Gaudí; ésta es una de las tantas obras maestras que impactan al recorrer la icónica  Barcelona.
Volvería una y otra vez a pisar esta emblemática ciudad para descubrir más espacios inspiradores y vivir momentos aún más perfectos.
"El gran libro, siempre abierto y que hay que esforzarse por leer, es el de la Naturaleza; los otros libros son sacados de éste y poseen las equivocaciones e interpretaciones de los hombres". A.Gaudí