martes, 25 de abril de 2017

La Casa de los Azulejos. Ciudad de México.

Caminando presurosa y con insinuante desenfado de un viaje ligero, me encuentro repentinamente frente a una joya de la arquitectura civil del barroco novohispano.  El lugar que en otrora fuese el Palacio de los Condes del Valle de Orizaba, hoy alberga el restaurante del muy reconocido café Sanborns.  En esta esquina de particular trascendencia histórica, en el mero Centro Histórico de la Ciudad de México, y estratégicamente bien ubicada entre la Avenida 5 de Mayo y la Calle de la Condesa, se encuentra la icónica Casa de los Azulejos. Detenerse es imprescindible y observar los relucientes azulejos poblanos de Talavera un requisito para todo aquel que se deleita y aprecia estos legendarios edificios. Heredada de generación en generación (habiendo sido su primer propietario don Antonio Urrieta de Vergara), este emblemático palacio está inmerso en antiquísima historia que data del siglo XVI y de una miríada de leyendas.  Revestirla por completo con miles de azulejos, surgió del desacuerdo entre padre e hijo, siendo este último el que aparentemente la cubriera de baldosas luego de que su padre le reprochara diciéndole:  "Hijo, tú nunca irás lejos, ni harás Casa de Azulejos".  Se dice también que su cambio se debió al deterioro que sufriera la vivienda, y bajo la orden de la Condesa del Valle de Orizaba, se remodeló el edificio con los tradicionales azulejos que hoy en día adornan su fachada y la hacen única en el mundo. 
Con el correr del tiempo, la Casa de los Azulejos fue gradualmente punto de encuentro de intelectuales; primero durante la era Porfiriana cuando la élite  del momento se reunía aquí y tiempo después como sede del Jockey Club de México; instalándose finalmente diferentes cafés y restaurantes como es el caso del que alberga en la actualidad.
Sin importar cuál sea la verdad detrás de estas leyendas, la belleza deslumbrante y al mismo tiempo acogedora que posee esta edificación, intriga e inspira debido al indiscutible atractivo de que es poseedora; y es que sus miles de azulejos de formas arquetípicas y de tonalidades azules, su indescriptible trabajo de cantera de los balcones y molduras recrean sin pretender alarde excesivo, un ensamble exquisito.
Dentro del lugar, el patio central (muy típico de las edificaciones de ese siglo) le impregna ese toque colonial con su fuente estilo barroco la cual fluye dentro del lugar con sensación rítmica y serena. Un increíble balcón con vista al patio, idílicos espejos, y en un juego de  remembranza a la grandiosidad de un lejano palacio y de reminiscencias esotéricas, aparece majestuoso el mural "Omnisciencia" obra de don José Clemente Orozco.
La Casa de los Azulejos es un lugar único en términos de estilo, es un híbrido que combina exquisitas artesanías mexicanas, el estilo barroco y la arquitectura colonial. Un lugar que aunque fue punto de encuentro de la élite del momento, siempre se habilitó como un espacio abierto de la ciudad para la ciudad.  Este es sin duda alguna, un imperdible si se visita la única Ciudad de México.
"Hijo, tú nunca irás lejos, ni harás Casa de Azulejos".


















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