El frío y la inminente lluvia provocaron en mí sensaciones nuevas de juventud y de libertad adormecidas; se agolparon repentinamente emociones que creí olvidadas pero que seguían vivas en cada fibra de mi piel..
Desde la ventana del automóvil pude reconocer cada espacio, cada curva daba paso a un paisaje muy verde y colorido -típico de la zona de Tarbaca- renovando con alegría y excitación lo que para mí estaba a punto de tornarse en aventura.
En cada viaje, trato de observarlo todo con asombro para no perder ese sentido de la curiosodad y para dejarme sorprender por todo lo que me regala la vida. De pronto lo vi, un portón rojo de madera de esos que aún colocan en algunas fincas; de inmediato supe que tenía delante de mí una fotografía única.
La lluvia cayó estrepitosamente mojando todo a nuestro alrededor, mis sentimientos de felicidad se exacerbaron aún más causando al mismo tiempo una nostalgia profunda de quien ha vivido la mocedad y un tiempo irrepetible.
El aguacero no mermó, de regreso a casa pedí detener el carro para mirar de cerca el hermoso portal colorado. Muy complacientes detuvieron el auto y corriendo bajo la lluvia - como lo hacíamos de niñas - emprendimos la infantil aventura.
Empaparse y corretear bajo el agua, libera, rejuvenece el alma (tal vez sólo la mía) y te reconecta con la niña o el niño interior que vive en todos nosotros.