El arte de Kintsugi es una práctica japonesa de reparar fracturas en la cerámica con resina de oro que nos habla directamente de que tal vez los defectos son las más grandes virtudes.
Recientemente experimenté esta práctica cuando, caminando por la ciudad de San José -Avenida 4-, me encontré con la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, (más conocida como Iglesia La Merced), ambas nos miramos con profunda vulnerabilidad, así que acto seguido decidí acercarme para encontrar - de paso - un mejor ángulo entre ella y un inmenso árbol cuyas hojas habían caído en su totalidad, e hicieran ahí mismo la dupla perfecta del día. Me detuve para admirar este conjunto de armoniosas piezas de arte, me di cuenta que a pesar de haber vivido casi toda mi vida en San José, nunca había tomado el tiempo para entrar en su intimidad.
Sus escalinatas sucias y la presencia de adormecidos habitantes de la calle hicieron que retrocediera de inmediato; sin embargo, algo me llevó a intentarlo de nuevo; con el transcurrir del tiempo he aprendido que hay que mirar más allá de nuestras narices, ver lo que nadie ve. Me quedé perpleja y embelesada ante la potente imagen que tenía ante mis ojos; esta monumental pieza de la arquitectura neogótica destaca de primera entrada con su altísima nave central (15 metros de altura) de franca influencia gótica alemana, ésta, así como las otras 2 naves laterales son sostenidas sobre columnas de madera, las cuales presentan finos y coloridos diseños de tonos verde, azul, dorado y rojo ocre que datan de 1940. He de decir que estas columnas son lo más mágico y artístico que he visto en los últimos años, y sin temor a equivocarme, detrás de todo el ruido mundanal que impera en esta zona, se esconde una pieza arquitectónica contundente. El escultural templo posee incluso espléndidos mosaicos, y muchos otros elementos que lo embellecen como lo son los rosetones (ventanas circulares caladas), vitrales, además de una recubierta de estuco veneciano y una serie de pinturas originales que cuelgan en las paredes internas del santuario.
Entre la afanosa muchedumbre de metáforas que relacionamos con la vida, la de la cicatriz es una que nos atañe a todos, esta marca entonces se convierte en una ocasión para enfrentarnos al mundo. En este caso es obvio que el Templo La Merced y sus fracturas del exterior no la definen sino más bien la enaltecen.
"No hay una belleza realmente excelsa que no tenga una anomalía en sus proporciones." Francis Bacon
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