Imponente se vislumbra a nuestra llegada, el Alcázar de Toledo. La solitaria mole rectangular que domina el panorama y sus cuatro torreones que se levantan en sus esquinas como si todavía hoy vigilaran desafiantes la llegada de algún foráneo enemigo.
Esta fortificación de piedra ubicada dentro de las murallas de la ciudad y en su parte más alta (548 metros), llama la atención inmediatamente que el visitante llega a la Estación del tren. Acceder la ciudad caminando es la mejor forma de conocerla, ya que sus estrechas calles hacen poco apto el acceso de vehículos grandes. Desde el Puente San Martín es imposible no notar su imponencia y majestuosidad y es que el Alcázar, que en otrora fuese refugio de los sitiados en la Batalla del Asedio y además casa romana, es, sin duda alguna, uno de los pocos edificios exentos de la ciudad. Hoy en día, alberga el Museo del Ejército.
Es un espectáculo observarle desde la lejanía; sin embargo, es aún mayor el privilegio de detenerse frente a él y presenciar la perfección y el detalle inscrito por el tiempo en sus paredes de piedra y en sus torreones.
Esta obra de la arquitectura toledana representa una muestra del poderío y la valentía de hombres que amaron y defendieron con sus vidas, la hermosa ciudad de Toledo.
"Las piedras del Alcázar de Toledo, -piedras preciosas hoy - vinieron un día al César, cuyo sol no se ponía, poner al mundo admiración y miedo. Sillares para templo de la Fama palacio militar, a su grandeza el arte dio la línea de belleza que a su vez más desdibujó la llama......Mirad, mirad como rezuman Gloria, las piedras del Alcázar de Toledo". Manuel Machado
¡Qué Hermoso! De vez en cuando vengo por acá a leer tan bonitas publicaciones. Saludos amiga!!
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