La ciudad de Quebec, Patrimonio mundial de la Unesco, es una hermosa ciudad adornada por antiguas fortificaciones de piedra y diminutas callecitas por las que transitar se vuelve un verdadero placer. Por ser una ciudad relativamente pequeña, el majestuoso Castillo de Frontenac puede admirarse desde cualquier punto del distrito. Justo a su costado se encuentra la Terraza Dufferin, asentada a lo largo del río San Lorenzo y desde donde no solamente se observa este extenso afluente sino que estratégicamente también el resto de la ciudad. Desde este sitio el turista puede tomar el funicular o seguir caminando y disfrutando de las increíbles vistas, artistas que pintan y muestran sus obras al lado de las angostas callecitas de adoquines, en fin, un sinnúmero de atracciones incomparables. Al llegar a la parte baja de la ciudad le impresionará encontrarse con la Plaza Royal y con la calle de Petit Champlain, famosas por los murales o frescos que evocan los orígenes del distrito y consideradas verdaderas obras de arte, ricas en color, detalle y realismo.
La belleza de esta zona aumenta por la presencia de increíbles boutiques (como la Boutique de Noel de Quebec, ubicada en la 47 Rue de Buade), diminutos bistros y posadas propias del siglo XVII, encaladas con tonos muy intensos y vibrantes; definitivamente cada detalle ha sido cuidado de manera única y exquisita. Aparece repentinamente la afamada "Escalier Casse-Cou" ("Rompe Cuellos", llamada así debido a su pronunciada altura). Esta escalera es la más antigua de la ciudad ya que fue construida en 1635 y es en este punto donde todos y cada uno de los turistas se detienen para tomar las fotos de rigor.
Cada terraza, plaza y callecita, indudablemente adornan una de las ciudades más hermosas y pintorescas del mundo
"Nuestro destino nunca es un lugar, sino una forma de ver las cosas". Henry Miller
"Nuestro destino nunca es un lugar, sino una forma de ver las cosas". Henry Miller
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