Zarpamos de la Marina del Estero un brillante y despejado día de verano; la brisa marina presagiaba un primer encuentro espectacular con esta minúscula isla de la memorable Heroica Veracruz. El yate se abre paso en medio de un embravecido pero deslumbrante mar Atlántico y sus inmensas olas golpeaban mi rostro salpicando mi cuerpo, causando sonrisas tímidas a mi alrededor. Cuánto disfruto de estos momentos perfectos que intrépidos me interceptan en este inusual viaje ligero.
No tardamos en divisar a lo lejos la Isla Salmedina, un trozo de arena blanca que aún sobrevive en el inmenso Golfo de México. Adorable pedazo de tierra y abundante color turquesa a su alrededor; nos diste alegría y plenitud esa tarde de matices; nadamos hasta su grácil orilla llevando con nosotros viandas del mar que saciaron y deleitaron sutilmente nuestros sentidos. Conversaciones e historias amenas se tornan cada vez más presentes y me inducen a tomar nota y conspirar con este corto relato. De todas maneras creo que es mi único deleite escribir sobre estos lugares y estas percepciones que solamente se sienten cuando pisas lugares tan simbólicos y únicos como lo es este espacio del inigualable mar caribe. Una tarde y un recorrido para traerlos a mi memoria una y otra vez.
"Escribe sobre lo que ves para que otros puedan viajar contigo." Anónimo
"Escribe sobre lo que ves para que otros puedan viajar contigo." Anónimo
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