Todavía guardo en mi memoria el fresco recuerdo de esas sensaciones de sorpresa y emoción al recordar el primer encuentro que tuve con la ciudad de Guanajuato. No son todos los lugares los que nos cautivan de manera inmediata; y mucho menos aquellos que captan nuestra atención y nos dejan perplejos ante su inescrutable belleza y magia. Una metrópoli de origen minero, calles adoquinadas, de insólitas edificaciones pintadas con llamativos colores y colocadas una sobre otra en estrechos callejones; imponentes obras arquitectónicas coloniales y como si esto fuera poco, una localidad que guarda bajo sus entrañas más de 23 magníficos túneles que la comunican hacia el exterior.
La tarde conspiraba a nuestro favor, el desafiante y rojizo sol vespertino se acreditaba, hasta ese momento, el protagonismo estelar de este relato; sin embargo, le suplantó una ciudad que emergió traviesa y vivaz ante nuestros impávidos ojos. Altísimos muros cubiertos de veraneras, coloridas fachadas y monumentos emblemáticos se levantaban majestuosos a ambos lados de la vía. Los túneles o entradas al interior de la tierra continuaban apareciendo con mágico misticismo cuando de pronto emergimos a la plenitud del día para encontrarnos con más arquitectura y arte colonial; un paseo fugaz por el centro histórico nos ubicó en lo que ciertamente sería un recorrido único por el "Quanashuato" o "lugar de muchos cerros".
Callejuelas empedradas, una exquisita arquitectura neoclásica y barroca en cada esquina, basílicas, oratorios, museos, teatros, así como banderines multicolores colgando de diminutos balcones, dejaban muy en claro que estábamos frente a un antiquísimo pueblo mágico mexicano.
El recorrido debía concentrarse en los puntos vitales así que decidimos transitar ligeramente por el Centro Histórico y encontramos de primera mano el muy conocido "El Insurgente Hotel", la Avenida Benito Juárez y la Calle Independencia en donde nos detuvimos un segundo para admirar el paisaje de casitas empotradas a lo lejos y una fuente de agua que fueron el marco perfecto para la primera fotografía del día. Súbitamente me encuentro con el primer callejón, (Callejón Cantaritos), espectacular esquina color ocre y verde que me inspira a tomar el segundo retrato; más adelante la Basílica de Guanajuato enclavada frente a la Plaza de la Paz, y punto clave de excelentes alternativas gastronómicas. De noche esta plaza es muy concurrida por la vista que ofrece de la basílica iluminada. Muy cerquita de la Calle Lascurain aparece imponente la Universidad de Guanajuato, de blancura impecable y múltiples escalinatas. Más calles de piedra y callejones aparecen a nuestro paso como preludio al encuentro con el hermoso Oratorio de San Felipe de Neri; muros que engalanan el interior del oratorio hechos de talavera china, valenciana y poblano. Retrocedemos unas cuantas calles para buscar el famoso Museo Casa de Diego Rivera, una hermosa galería que honra la vida de este famoso y controversial artista mexicano. Continuamos nuestro trayecto hasta encontrar el famoso punto de encuentro de foráneos y locales, el "Jardín de la Unión". Rodeado de una amplia gama de restaurantes, de pintores, músicos, y plétora de turistas; éste es un punto imprescindible para detenerse y descansar, comprar algún souvenir y disfrutar de la exquisita gastronomía local. Muy recomendado el restaurante italiano "La Trattoria", bien ubicado en una esquina del Jardín, con pequeños balcones que dan hacia el parque y una carta amplia de exquisitas pastas. A un costado del Jardín de la Unión, en la Avenida de Sopeña, se encuentra el histórico Teatro Juárez, una impresionante obra arquitectónica que data del Siglo XIX y que debe de visitarse de rigor.
Dejamos que cayera la noche para realizar una "callejoneada". Un recorrido a través de los más famosos callejones acompañados de música de estudiantina, relatos y leyendas para terminar el trayecto en el afamado "Callejón del Beso". Tal parece que hacer esta ruta es un deber de todo turista que visita Guanajuato por vez primera.
La mañana siguiente visitamos el Cerro San Miguel, un mirador de 360 grados que además ofrece hermosas vistas de la ciudad. El monumento al Pípila (héroe local) se encuentra en esta colina plagada de historia, de héroes, leyendas y Alhóndigas de las Granaditas. Un funicular ubicado detrás del Teatro Juárez nos lleva en cuestión de minutos al cerro.
Al cerrar esta narración sobre una de las principales joyas coloniales de México, quisiera destacar que la ciudad de Guanajuato es el principal centro turístico del estado, Patrimonio Cultural de la Humanidad y un verdadero centro histórico, siendo además, en mi opinión, una de las ciudades más limpias y seguras que he tenido el placer de visitar.
"Aún hay otras Alhóndigas por incendiar: El Pípila".
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