Trataré de dilucidar muy bien este recorrido para no omitir ningún detalle importante sino más bien transmitir no sólo emociones percibidas a lo largo del viaje sino compartir detalles específicos y dejarlos aquí plasmados.
Si bien estábamos impresionados con la emblemática ciudad de San Juan, distamos mucho de pronosticar el encuentro que pronto tendríamos con uno de los lugares más espectaculares que he visitado.
Una brillante y cálida mañana del mes de julio salimos de Isla Verde para iniciar el periplo de 174 kms con rumbo suroeste y que nos llevaría hasta la ruta de los Cayos de La Parguera. Iniciamos en la autopista Ferre #52, misma que nos conduciría directo a Guavate, un lugar conocido como "la ruta del lechón", y en donde se encuentra la "Lechonera Los Amigos", parada obligatoria de miles de turistas y locales quienes llegan a diario para deleitarse de esta exquisita vianda; en este lugar también se realizan torneos y competencias entre lechoneras a fin de poner a prueba la pericia gastronómica al mejor lechón. Continuando el viaje cruzamos la Cordillera Central admirando paisajes montañosos hasta llegar al punto más alto: el Monumento al Jíbaro (campesino); una mezcla impresionante de colores y contrastes en las montañas desplegando una paleta de tonos verdes intensos y otros más tenues, aunados al azul profundo de un cielo que conspiraba con el único mar Caribe que ya se divisaba en el horizonte. Seguimos el recorrido pasando por las antiguas instalaciones petroleras del sur de la isla y que hoy se encuentran abandonadas. Súbitamente nos encontramos de frente con el conjunto escultórico de letras del municipio de Ponce y que prácticamente cubrían todo nuestro panorama.
En la localidad de la Parguera iniciamos el recorrido atónitos de apreciar ese color turquesa propio del mar Caribe, las pintorescas casas multicolores y el conjunto de manglares que amistosos se entrelazaban para recibirnos y conducirnos hasta el primer cayo, Mata la Gata, (parte de la Reserva Natural La Parguera). Un puente de madera flanqueado por verde mar a ambos lados de la vía nos recibió para realizar un recorrido rápido pero colmado de una impresionante biodiversidad, un mar profundo, arena blanca y gran variedad de manglares. Continuamos el viaje hacia el siguiente cayo Caracoles, parada de rigor para los amantes del "snorkeling" y el "kayak" - y definitivamente es requisito bajarse del yate - observamos variedad de pececillos, y un mar sereno y refrescante.
Zarpamos de nuevo para encontrarnos con un sorpresivo almuerzo flotante; sillas y sombrillas fueron clavadas en el agua con pericia por un astuto navegante facilitando la combinación perfecta para ponerse la flor en el ojal y regalarnos un cierre perfecto para un viaje inolvidable.
"Un viaje se vive 3 veces: al soñarlo, al vivirlo y al recordarlo".