No era el primer otoño que disfrutaba en la ciudad de Manhattan pero iba a ser claramente el que recordaría con especial mezcla de sentimientos. Generalmente planifico con mucha antelación cada viaje; sin embargo, con el correr del tiempo he aprendido a dejarme llevar por la libertad de quien regresa a observar y deleitarse de lo que la ciudad y su gente tiene para mostrarle. Y es que ya no llego con la intención de recorrerla de prisa y sin sentido sino más bien con la humildad de que sea ella quien me sorprenda y cautive.
El otoño es sin duda la temporada cuando la ciudad de Nueva York se impregna de una atmósfera particularmente especial; colores vibrantes imperan e impactan los sentidos sin soberbia o vanidad sino más bien con la sencillez del que muestra su creación de perfección y armonía. Y como un estallido de colores que danzan al unísono, veo por doquier el marrón y el rojo bermellón aunados al amarillo canario, el ocre, y el rojo ladrillo provocando una fusión única con el protagonista de esta obra maestra: el naranja intenso.
Algunas veces se llega en el momento y el lugar preciso para experimentar un momento perfecto así que no hubo que esforzarse mucho pues ese año en particular, el pico de otoño nos sorprendió con su magnificencia. Las hojas otoñales caían lánguidamente cubriendo como alfombra nuestro paso por el Parque Central; los árboles hacían gala de su belleza y lucían impresionantes colores que embriagaban mi alma de emociones fuertísimas.
La naturaleza es potente e impredecible. En un momento estás disfrutando de sus atributos y al minuto siguiente de su embate. El viento y la lluvia golpeaban con tanta fuerza la ventana de la habitación que producía en nuestro estómago, un hueco de angustia e impotencia. El color otoñal se disipó y en su lugar una cortina grisácea y densa tomó irremediablemente su sitio. Las horas transcurrían lentamente y con ellas llegó la noche. El huracán se adueñó de la ciudad causando estragos en las calles y avenidas que antes lucían vivaces y llenas de color. Imagino que estos son los riesgos que los viajeros afrontan, así que había que mostrar ante el mal tiempo, buena cara.
Una vez que logramos salir de la ciudad y del caos que dejó a su paso Sandy, nos encontramos tomando una ruta alterna que increíblemente nos llevó al aeropuerto localizado en el Pacífico norte de Costa Rica. Un salida sorpresiva que nos alivió y nos llenó de júbilo. Las horas volaron de regreso a casa. Imponentes volcanes nos recibieron desde las alturas, dándonos la bienvenida y recordándonos, una vez más, cuán hermoso es nuestro terruño.
Un otoño con Sandy plagado de contrastes, emociones e increíbles vivencias que nunca olvidaré. Un día de estos leí que viajar muchas veces te deja perpleja y sin palabras, pero con el tiempo te hace una cuenta cuentos de primera. Sonreí recordando esta singular experiencia.
El huracán Sandy fue el más mortífero huracán tropical de la temporada del 2012. Afectó poderosamente Haití, Cuba, República Dominicana, Jamaica, Bermudas, la Costa Este de los Estados Unidos y Canadá.
El huracán Sandy fue el más mortífero huracán tropical de la temporada del 2012. Afectó poderosamente Haití, Cuba, República Dominicana, Jamaica, Bermudas, la Costa Este de los Estados Unidos y Canadá.
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