Este viaje de conexiones, de sensaciones profundas me lleva siempre a la simplicidad de la vida. Lo cotidiano y lo diverso se unen para enseñarme a regresar a la sencillez y abundancia que la naturaleza ofrece; a veces el despertar de ese sueño evoca emociones complejas e inquietantes como lo hace la oruga al convertirse en mariposa.
Salimos muy temprano esa hermosa mañana de verano del mes de abril. Los pajaritos me despertaron para recordarme que parte de la naturaleza estaba despertando de su sueño; la brisa fresca invitaba a iniciar el viaje hacia el mar del Pacífico Central de Costa Rica.
Conversaciones tímidas fueron evolucionando y se convirtieron en risas espontáneas y una complicidad de historias se entrelazaron para volvernos rápidamente en viajeros de la vida. El calor y la cercanía de la brisa marina nos avisaron que estábamos pronto a encontrarnos con un inquieto mar tropical; un colorido Corteza Amarilla en floración nos sorprendió con su soberbia presencia y rememoró en mí el recuerdo de una infancia lejana pero aún intacta en mi memoria.
El cielo de azul intenso se interpuso en nuestro camino y el mar con sus potentes vibraciones golpeó nuestros sentidos y nos hizo inhalar una brisa fresca y limpia; nos sentamos frente al mar para atraer su magia y olvidarnos por un rato de todo lo que habíamos dejado atrás. Caminamos largo rato por la playa - pies descalzos- tratando de conectar con la simpleza de la vida y repentinamente nos encontramos con una altísima roca empotrada en el medio de la nada. Supe de inmediato que ella sería la protagonista de este relato; fuerte, incólume, magnífica.
El día duró toda la vida y cuando éste llegó a su fin, nos sentimos completos, felices….nos habíamos llenado con su energía natural y esplendor…cuando la vida te provee, el alma se completa.
Un relato a mano alzada pero con mucho propósito.